Rasgando la pantalla: la belleza del turismo comunitario en Uganda
- anandacoutinhotrip
- Sep 10
- 5 min read
¡Hey!
Qué alegría tenerte aquí.
Quiero transformar en palabras las vivencias que el mundo me regala, compartir experiencias, curiosidades y las reflexiones que surgen en el camino. Este es un espacio para hablar de lo que sentí, las impresiones que tuve, las rarezas, los aprendizajes y los mundos que se abrieron en mi cabeza.
Voy a empezar contando sobre un viaje que, probablemente, fue uno de los más significativos de mi vida. ¡Espero que me acompañen en las próximas vivencias que compartiré por aquí!

Mi viaje por Uganda me recordó a un pasaje del libro La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, cuando el narrador dice que Sabina sabe que la belleza es un mundo traicionado. Solo es posible encontrarla cuando sus perseguidores la han olvidado en algún lugar. Afirma: “La belleza se esconde detrás de un desfile del primero de mayo. Para hallarla, es necesario rasgar la tela del escenario”. Esa cita traduce muy bien lo que siento en algunos lugares del mundo: como si, para ver la verdadera belleza, primero fuera necesario retirar el velo que la oculta. O quizá, cambiar las lentes con las que estoy mirando para poder percibirla.
Normalmente diría que no somos conscientes de hasta qué punto nuestras ideas están condicionadas social y culturalmente. Lo que consideramos un país “desarrollado” o “rico”, por ejemplo, proviene de parámetros que quizá no tengan sentido en otros contextos, pues están muy ligados al poder adquisitivo y al consumo. Países donde gran parte de la población vive de la agricultura de subsistencia, como Uganda, son catalogados como pobres en ese sentido, mientras que países donde una parte pequeña tiene gran poder de compra, aunque otra gran parte pase hambre, son considerados ricos.
En Uganda, al principio, mi mirada de turista extranjera se sorprendió, porque llegué con una visión socialmente condicionada. Kampala, probablemente una de las capitales más vibrantes de África, es extremadamente intensa: un tránsito caótico, con miles de motos y autos disputando cada espacio de las calles. El primer día no vi belleza. Solo cuando empecé a entender de verdad el país, la tela del escenario comenzó a rasgarse.
Conocimos mejor la historia local gracias al Instituto Jane Goodall (probablemente una de las mujeres más inspiradoras que aún vive). En una conversación en el Jardín Botánico de Entebbe, Peter, uno de los más antiguos del instituto, nos explicó cómo Jane percibió pronto que para proteger a los chimpancés y su hábitat era necesario, primero, atender la pobreza de las comunidades cercanas a los bosques. La razón era clara: en ausencia de recursos, muchas personas cazaban chimpancés para carne o vendían crías como mascotas ilegales.
Al comprender que no era posible disociar conservación y desarrollo, el instituto comenzó a apoyar a estas comunidades en la creación de ecoturismo comunitario, que pude experimentar durante dos semanas en el país. Conocimos mujeres extraordinarias que lograron iniciar negocios de cestería, de clases de cocina y de artesanía, y que ahora gestionan sus propios ingresos. Visitamos una escuela donde los alumnos desarrollaron un proyecto de confeccionar toallas sanitarias reutilizables, tanto para generar renta familiar como para ayudar a que más chicas pudieran continuar en la escuela. Aunque estaban de vacaciones, fueron a recibirnos: cantaron su lema en coro, nos mostraron su proyecto y nos enseñaron la agrofloresta que habían creado juntos, orgullosos (y con razón) de lo que estaban logrando.

Hoy, especies amenazadas como chimpancés, gorilas y rinocerontes están protegidas por las propias comunidades locales, que entendieron que preservar la fauna y la flora es también preservar su vida. Los turistas que visitan Uganda atraídos por el ecoturismo son los mismos que generan ingresos para estas comunidades. El caso de los chimpancés y los gorilas es un ejemplo de cómo, cuando está bien hecho, el turismo tiene poder de transformar un territorio positivamente.
Los números lo demuestran: desde que comenzaron estos proyectos de turismo con enfoque regenerativo, la población de chimpancés en Uganda pasó de 1.500 en el año 2000 a más de 5.000 en 2020. En los años noventa, la población global de gorilas de montaña había caído a 600. Tres décadas después, esa cifra superó los 1.000, con más de la mitad viviendo en Uganda. Una señal clara de que la estrategia de Jane funciona y que el turismo ha sido bien gestionado allí.

Viajando por las carreteras del país y conociendo estas comunidades, vimos algo que Peter ya nos había adelantado: en general, existe seguridad alimentaria. Gran parte de la población vive de la agricultura de subsistencia, hay trueque de alimentos entre vecinos, y casi cada casa tiene árboles que proveen algo de comida.
En las rutas, la alegría de los niños al ver un grupo de muzungus (como llaman a los extranjeros) es indescriptible. Siempre saludan, levantan la mano y gritan “¡Hi!!!” en coro. Piden fotos, quizá sin entender bien qué hacemos allí. Muchos se sorprenden con nuestra curiosidad por el país y se alegran de mostrarnos lo que está más allá de la superficie. Tuve la oportunidad de bailar con ellos y, aunque llevo sangre brasileña, me costó seguirles el ritmo: la energía allá es de otro mundo. Y ni hablar de los animales: encontrarme con chimpancés y gorilas en la selva fue algo que ni mis más altas expectativas alcanzaron a imaginar. Pero esa es una historia para otro momento.

No pasó mucho tiempo hasta que la pantalla se rasgara completamente y yo pudiera ver toda la belleza detrás del escenario. Una belleza que, precisamente por no ser obvia, se grabó aún más fuerte en mí. Y es esa belleza la que quiero seguir compartiendo aquí con ustedes.
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✨ Reflexiones y compartires ✨
💬 Leí recientemente el libro “La tierra da, la tierra quiere”, de Antônio Bispo (el recordado Nego Bispo). Un libro que te hace cuestionar tus modos de vida, tu manera de ver, de ser y de estar en el mundo. Pura poesía, una sacudida y al mismo tiempo un consuelo para el alma. Un pasaje en particular me vino a la mente en relación con esta experiencia que tuve:
“Mientras la sociedad se hace con iguales, la comunidad se hace con los diversos. Nosotros somos los diversales, los cosmológicos, los naturales, los orgánicos. Para los diversales, no se trata de desarrollar, sino de envolver. Mientras nos envolvemos orgánicamente, ellos van a desarrollarse humanísticamente. La humanidad está en contra del envolvimiento, en contra de vivir envueltos con los árboles, con la tierra, con los bosques. Desarrollo es sinónimo de desconectar, de sacar del cosmos, de romper la originalidad.”
Una frase de Jane Goodall que también sintetiza mucho de lo que aprendí en este viaje:
Only if we understand, will we care.
Only if we care, will we help.
Only if we help, shall all be saved.
Aprovecho para recomendar el libro “The Book of Hope”, de Jane Goodall, en el que en una conversación cercana con Douglas Abrams ella habla sobre su historia desde el inicio, cómo llegó a África para estudiar el comportamiento de los chimpancés, las lecciones que aprendió en el camino y una reflexión preciosa sobre dónde encuentra esperanza en el presente y por qué eso es tan fundamental. El audiolibro está narrado con su propia voz; para quienes disfrutan de este formato, es una opción maravillosa para sentir aún más su energía mientras habla sobre los temas que la mueven. Aquí el sitio oficial de Jane Goodall para quienes quieran conocer más sobre los proyectos de esta mujer increíble.
Gracias por haber llegado hasta aquí, hasta luego!



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